En mas de 30 años de profesión he pintado muchísimos Ferrari, pero hay alguno de ellos que no me canso de pintar porque su belleza es tal que me tienta sin remedio. El 512 del año 70-71 es uno de mis Ferrari favoritos, aunque sucumbieran en la pista ante el imponente Porsche 917.
Este cuadro tiene dos elementos que parecen ser poco habituales entre los pintores de temas automovilísticos, uno que es vertical y otro que es un detalle, y no el coche completo.
Aunque para mí no es nada raro, ya que entre mis pinturas hay muchas con estas características, y me gusta hacerlos justamente porque no son “lo de siempre”, o sea, el coche completo en horizontal y con mucho fondo.
En este cuadro que mide 92×73 cm me quería centrar en la hermosa llanta dorada que por aquel entonces usaban los Sport Prototipos y F1 de Ferrari, una verdadera escultura, una obra maestra por su belleza. El objetivo era que la rueda fuera la protagonista del cuadro, y para contar que era un 512 con esta sección del coche alcanzaba para que los conocedores lo distinguieran claramente.
Me gustó la idea de ir a lo escencial de este coche, las formas redondeadas de su guardabarros, los detalles en blanco de la carrocería, el escudo de Ferrari, e insinuado Mario Andretti pilotanto. La rueda girando haría que el cuadro funcionara como una escena muy dinámica de un hermoso ejemplar de coche de carrera “de los de antes”.
Como el cuadro tendría mucho rojo, elegí darle un poco de aire en la parte superior con un azul violáceo que contra el rojo crea un contraste que siempre me gustó. En este caso podía hacerlo ya que no estaba pintando un fondo de algún circuito determinado, solo era el hermoso Ferrari con un fondo neutro y mínimo.
Toda la pintura está tratada con pinceladas que orientan el movimiento del coche, insinuando una bajada y creando una diagonal que le da mas dinamismo a la escena. Era fundamental lograr la sensación de la rueda girando, siendo el punto de atracción del cuadro me centré en ella especialmente hasta sentir que la rueda tenía movimiento. Para ayudar a crear esta ilusión todo el contorno está tratada con pinceladas radiales que llevan ópticamente al centro de la rueda.
No quería hacer un detalle muy realista, preferí centrarme en la sensación de movimiento, y por éso todo el cuadro tiene pinceladas que van rompiendo la forma del coche, sin perderla totalmente. Es como traducir a colores el movimiento del 512. Entre nosotros para este tipo de cuadros recurro a una ayudita nada despreciable: la música.
Mis vecinos no estarán contentos, pero con rock o blues a buen volumen, la pintura va fluyendo con mas naturalidad, y me atrevo a soltarme totalmente a la hora de meter pinceladas y golpes de espátula. No sé bien como funciona, pero es evidente que la música me empuja mientras pinto. No pienso ponerme a averiguarlo, simplemente me dejo ayudar…
Lo difícil, como en todo cuadro es determinar el momento en el cuadro está terminado. En mi caso el cuadro se acaba cuando me doy cuenta que ya estoy “tonteando” y ya no sé que tocarle. Es como si el cuadro me estuviera indicando que ya está, que no puedo sacarle nada más, que una vez más me ganó. Si bien quedé muy contento con este cuadro es inevitable para un pintor pensar que hay algo más en el cuadro que no supe encontrar. Será en el próximo que lo intentaré de nuevo, sacar del cuadro todo lo que tiene para entregar. Es esta tal vez la gran utopía del pintor, pensar que algún día lo logrará.